Para ir a Kalighat hay que hacer el mismo camino que hacen los miles de peregrinos diarios del Templo de la diosa Kali.
Lo primero, una portada majestuosa que nos dice que estamos entrando en una zona espiritual y especial.






Y todo el camino tenderetes con souvenirs de la diosa y puestos de flores para ofrendas en el templo.


Son tantos los peregrinos que a diario pasan por aquí que ví como se está reordenando el espacio público delante del templo para que puedan instalarse de manera ordenada todos los tenderetes que hay regados por todas las calles de alrededor del templo.


El año que viene cuando volvamos ya estará terminado.
Visité el templo durante el descanso del te de los voluntarios de Kalighat… como estaba puerta con puerta, pensé que podía hacerlo en ese rato, sin pensar en el colón de gente que había para entrar.
Pasé por delante de la cola pensando que aquello no era para mí: tanta gente, tanto ruido, todos gritando y moviendose exageradamente, casi en trance… no sé, me pareció casi peligroso.
Pero un vigilante me dijo qque me metiera por la cola de la derecha, que estaba vacía. Con gestos me indicó que me quitara los zapatos y entrara.
El suelo estaba asqueroso, se me pegaban los pies de las flores pisoteadas y de vete a saber qué mas… casi tuve que obligarme a dejar de pensar en lo que podría estar pisando para poder entrar y ver lo que ocurría dentro.
La cola de la derecha pasaba por delante de la diosa en segunda fila, detras de los de la cola de la izquierda, por eso no había nadie… pero para mí fue más que suficiente, no hubiera podido acercarme más, lo prometo.
Vi como las familias histéricas entregaban dinero y guirnaldas de flores al hombre que había dentro de la capilla, con la diosa y una hoguera… había cacharros de cobre, quizas oro y algun otro metal. Al fondo una imagen indeterminada de la diosa casi a oscuras… me dió bastante repelús, como si estuviera en alguna sesión de exorcismo o algo parecido… la histeria de la gente, los empujones… todo!. Cuando salía, un tipo me pintó la frente de repente, sin yo darme ni cuenta.
Salí todo lo corriendo que pude… y como pude, me puse de nuevo las sandalias intentando quitarme toda la porquería de la planta de los pies.
Llegué a Kalighat y me lavé las manos y los pies casi con el desinfectante que manejan y que pica tanto…

Aquí está mi punto rojo!